domingo, 22 de mayo de 2011

Nacho Vegas en concierto en Santiago de Compostela

Aunque parezca que estamos subvencionados por él, no es así: simplemente ha coincidido que la gira de Nacho Vegas para presentar La Zona Sucia ha pasado por tres ciudades donde residimos los hipersónicos, y tras las fechas en Gijón y Bilbao, era el turno para Santiago de Compostela (y esta noche en Pontevedra), de la mano de Heineken Music Selector. Y para servidor, suponía la primera vez que lo veía en directo, y no me puedo quejar del bautismo de sangre.


Precedido por su compañero de sello, Refree, ofreció un concierto de casi tres cuartos de hora que, aún sin calar de manera homogénea entre el público (dividido entre los curiosos, como yo, los respetuosos, y los talifanes de Nacho Vegas – que no por ser treintañeros se cortaban en disimular que sus conversaciones eran más importante que el concierto que estaba teniendo lugar ), dejó agradables momentos y destellos de gran autor, pero de manera irregular

Su pop “deconstruido”, multiinstrumentado, pero quizá excesivamente barroco para una canción de autor “de salón” brilló por momentos, los de querencia más acústica o las cadencias más jazz de su último trabajo, Matilda, pero entre que muchos asistentes iban exclusivamente por el xixonés, que algunas canciones eran en catalán y una perspectiva metamusical en su planteamiento (explicando prácticamente todas las canciones, y con desarrollos enrevesados), podría ser complicado que los que no lo conocían mantuvieran la atención. De cualquier manera, un buen concierto, consciente del papel que le tocaba jugar.


Y aunque me imaginaba el repertorio y su manera de afrontar las canciones de La Zona Sucia, no por ello pude dejar de sorprenderme con la madurez que ha alcanzado Nacho Vegas en directo, convirtiéndose posiblemente en el crooner más en forma del panorama. Su voz, aunque limitada, es ubicada en un primer plano hipnotizador y envolvente, arropada sutil pero vigorosamente por una banda tan versátil como eficaz, elevando a un nivel superior lo expuesto en estudio y enriqueciendo unas canciones que le sientan tan a medida como el traje gris con el que afrontó la velada.

Vale que el público estaba entregado de antemano, pero no por ello hay que reconocer, con plena justicia, que durante las casi 2 horas que duró el concierto se vio a un Nacho convincente tras el micro, seguro de un nuevo álbum que, sin embargo, no despertaba el mismo aplauso unánime que sus clásicos (‘Dry Martini, S.A.‘ – canción que, lo reconozco, me parece de las peores de su trayectoria, pero que fue coreadísima -, ‘Hablando de Marlén’, ‘Maldición’, ‘Canción de palacio #7’, ‘Me he dormido’ o la casi generacional ‘El hombre que casi conoció a Michi Panero‘), excepto en momentos puntuales (’Lo que comen las brujas’, ‘Taberneros’, la sublime ‘La gran broma final‘). No obstante, los que le encontramos el punto a este último disco, disfrutamos de casi su totalidad (excepto ‘La comedia humana‘), con momentos brillantes como el trío inicial ‘Cuando te canses de mí‘ – ‘Cosas que no hay que contar‘ – ‘Reloj sin manecillas‘.


Por tanto, ¿qué más se podría pedir? Pues aparte de algún cambio (para gustos) en el repertorio, poco más. Defendió con maestría sus nuevas canciones, concedió los momentos a los fieles con grandes canciones “perdidas” en sus diversos EPs, realizó un par de versiones aprovechando la compañía de Refree y se ganó a quien no venía ya ganado de casa con su “Este es el 2º mejor lugar en el que podéis estar ahora mismo, el mejor es la Plaza del Obradoiro” (en referencia a la #acampadaobradoiro). Nada que objetarle a él, y un saludo desde aquí a los talifanes que tenía cerca durante el concierto y que demostraron que la falta de civismo en un concierto no depende ni de la edad del fan, ni del artista que esté sobre el escenario.

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