lunes, 21 de marzo de 2011

NOCHE DE ZONA SUCIA Y NACHO VEGAS



Nacho Vegas no le haría una canción a un amigo felizmente casado. Prefiere retratar el desorden, la crudeza de la zona sucia, esa parte de los circuitos de F-1 donde se acumulan las impurezas, en metáfora explícita de su nuevo disco. El asturiano presentó las canciones de 'La zona sucia' ante un Auditorio repleto. El público: mucho barcelonés indie (confirmado: la barba es el nuevo distintivo gafapasta), entre ellos el músico Raül Fernández (Refree). El éxito, rotundo: entradas agotadas para la doble sesión de conciertos.

Seguir a Vegas es casi una peregrinación (como él siguió religiosamente, con Bunbury, aquella gira de Dylan por España). El concierto fue un complemento a los anteriores, puesto que, más allá de exhibir la nueva hornada de canciones (más luminosas, pero profundamente tristes) el gijonés recuperó joyitas perdidas de su ya extenso repertorio (calculen: ¡en diez años de carrera, tras dejar Manta Ray, ronda ya el centenar de temas!). En elegante traje, delgado, parco en palabras, y con el pelo corto, Nacho Vegas estuvo arropado por una banda solvente, brillante a ratos, donde mandan el piano y el acordeón de Abraham Boba y la eficacia del escudero Xel Pereda, a las guitarras y a lo que surja: banjo o mandolina.

Comenzó el concierto con 'Cuando te canses de mí' y 'Cosas que no hay que contar', antes de abordar temas antiguos que engancharon más al respetable, como 'Dry Martini S. A'. o 'Detener el tiempo'. «Ayer entraron en el camerino y nos robaron una botella de whisky. Si hoy estamos sosos es por eso», dijo Vegas antes de presentar a la banda, la ‘trama asturiana’, como la llama él con sorna, en referencia al 11-M.

Fue genial que rescatara una canción como 'Hablando de Marlén', esa entrañable historia de una prostituta muda escondida en el EP 'Esto no es una salida' o 'Canción de palacio # 7', punto álgido del show. Hasta se atrevió con 'Me he perdido', tema del EP a pachas que hizo con Christina Rosenvinge y que acaso podría servir a los paparazzis del indie para seguirle la pista a la relación entre ambos. La ruptura, claro, se respira en temas como 'La gran broma final' o 'Perplejidad' (los coros de críos se suplen en directo como se puede), surgidos de esas turbulencias en la zona sucia, pinceladas de este Vegas ahora menos dramático y oscuro, pero con una tristeza más resignada, más enunciada que gritada.

En directo, se mueve entre la rudeza de una propuesta rock y el lirismo contenido, que Nacho descargó en los bises, con una demoledora interpretación desnuda –el solo con la acústica se bastó– de 'Canción del extranjero'. Otra vez, un tema de un EP, que demuestra cómo el asturiano cuida este formato nada menor. Tras ese homenaje a Cohen y el guiño al folclore asturiano de la mano de una soberbia 'Taberneros', llegó el broche con 'El mercado de Sonora'. La banda se dejó ir. Boba incendió su piano y Pereda hizo lo propio acoplando su Fender. Mucho ruido en la zona sucia.

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